sábado, 10 de julio de 2010

Guardería ABC

ABC, letras de un alfabeto injusto, que con dolor, indignación y rabia debimos aprender.
Nuestro esqueleto social guarda las huellas de sus pequeños pasos, de los 49 corazones que laten mientras no los olvidemos.
Los niños de Hermosillo como aves fecundas anidan en nuestro pecho.
La fuerza de sus padres es su herencia y nuestro orgullo.
Hace un año escribí, a propósito de lo sucedido aquel tristísimo 5 de junio de 2009.

“¡Ay! de estos días terribles….Asesinos del mundo!!!”
No hay más que decir de tanto dolor, de tanto duelo. Duelo que no es sólo de los deudos, sino de quienes llevaremos en nuestro corazón las vidas breves de esos niños y sus muertes eternas.
Resultados económicos, eficiencia presupuestal , esos son los criterios que los condenaron a muerte.
¿Acaso no es responsabilidad del Estado apoyar a las madres trabajadoras que nos hemos visto precisadas a dejar a nuestros niños en las guarderías, para ir, día a día al trabajo?
¿Acaso las mujeres no somos parte del motor de la economía que mueve a este país?
Quienes hemos elegido ser madres trabajadoras, hemos elegido producir, crear y además preparar mamilas y contar cuentos.
En la tragedia de Hermosillo todas las madres mexicanas sufrimos, porque los niños muertos, también son hijos nuestros.
Quienes hemos dejado a nuestros hijos en la mañana, con la certeza de que al salir del trabajo encontraremos sus caritas sonrientes al ir a recogerlos, sabemos lo que deben sufrir las madres de Hermosillo.
Esta organización social injusta ha matado a nuestros niños y es nuestro derecho reclamar y demandar justicia.
No sólo para que se castigue a los responsables, sino para que podamos ir tranquilas a trabajar, sabiendo que los impuestos que pagamos, se convertirán en bienestar para los nuestros, ellos, los más vulnerables, nuestros niños.
Sara Morales Miranda