sábado, 19 de junio de 2010


Una mexicana en París durante el partido México vs Francia

Por: Elizabeth Flores 2010-06-18 14:07

Es una primavera fría en París. Cosa rara, pues el año pasado, el sol estaba radiante. Nubes, viento frío, cielo gris. Un clima nada alentador para el júbilo colorido y el calor humano mexicano que espera que la noche del 17 de junio, justo la del encuentro de los connacionales en la cancha de futbol con Francia, ganemos. No queremos que sea un mal augurio para nosotros o... para Francia. Mejor no mirar el cielo.

Hay temor como siempre, creemos, dudamos, rezamos, hacemos chistes, tenemos ese humor involuntario que le ataca a uno, por ejemplo, en los funerales. Sí, en México nos burlamos de la muerte, ¿por qué no de nuestra perdición en la cancha de futbol?

Es el día esperado en que se enfrentarán ambos países en la cancha. Y para mí, una mexicana en París, es un partido esperado. Amo a Francia, por supuesto, pero sin duda también a México. Pero este día sólo habrá un color sobre mi pecho: el verde.

He traído mi pequeña playera tricolor desde México y expresamente para este evento futbolero. Días antes no teníamos claro dónde mirarlo. Después, dos invitaciones: en un bar con franceses o en una casa de mexicanos. No lo dudo un segundo. Para este partido, por supuesto, elijo a los mexicanos.

Quien me invita a su casa, agrega en el correo electrónico: "Habrá decoración y ambiente mexicanos". Eso, no sé por qué, me hace pensar en un departamento en alguna calle parisina con decenas de papel de china de colores que forman hileras en el techo, muchas botanas en la mesa, cervezas, gritos, risas, chistes, dobles sentidos, música y baile. No lo dudo. Sí, ¿qué llevo?

Pero antes y para no rechazar ambas invitaciones, vamos al bar ubicado en una zona turística con franceses para ver el primer medio tiempo. Y luego en el segundo tiempo, para celebrar el triunfo o ahogar la pena de la derrota en tequila, entre mexicanos. ¿Para qué tiene uno a su gente si no es para gritar con euforia o llorar las penas en un hombro tricolor?

No soy una kamikaze

Salgo de casa. Llevo puesta la playera verde. Llevo una chamarra encima porque hace frío ya lo he dicho... y porque de todas maneras no soy una kamikaze para llevar la playera verde, así nomás, en el metro parisino.

De todas maneras, hay un poco de verde que sale de mi también pequeña chaqueta y abro un poco el cierre para que entonces apenas se vislumbren sobre mi pecho unas letras mayúsculas: "XI". Suficiente.

Camino, voy pensando mil cosas, de pronto... Veo a lo lejos a un chico que viene en sentido contrario a mí y, al parecer, ha pensado lo mismo que yo: hay un verde que se asoma bajo su chamarra. Su cierre está cerrado al tope. No tiene pinta de mexicano. Yo, a veces, tampoco. Pero lo miro, me mira, titubeamos, no sabemos si hay que decirle algo el uno al otro. Y después, cuando nos cruzamos, sale de él un "¡Viva México!" y yo le contesto con una sonrisa y otro "¡Viva México!".

Me dan ganas de bajar un poco más el cierre de mi chamarra y que se vea, qué sé yo, otra letra más: "XIC". Suficiente. Tengo una sonrisa en el rostro después del encuentro azteca en tierra parisina.

Entro al metro ahora con la ilusión, la esperanza, la zozobra de encontrarme con otro mexicano. Me encuentro entonces mirando la cara de todos. Pienso que tal vez no hay muchos mexicanos acá y tampoco no muchos que tienen su playera verde, pero intento ver, en los que parecen latinos al menos, si en sus manos no cascabelea alguna bolsa de supermercado con cervezas o bolsas de papas.

Llego al bar. Me encuentro allá con mi novio francés, que me ha preguntado quién es ese de la pantalla gigante que tenemos frente a nosotros. Es Rafa Márquez, y mi sapiencia futbolística se limita a decirle: "es muy bueno y es el capitán". Tengo ganas de contarle toda la historia de él, su vida amorosa, que las mexicanas mueren por él. Muy complicado. Mejor me quedo callada.

Pedimos una cerveza. Tengo hambre. No se puede ver un partido de futbol de México sin comer. Eso, todo mexicano lo sabe. Es como un mandamiento. No se es mexicano si no se hace. Pero en el bar no hay nada sólo cacahuates.

Veinte minutos después, casi al final del primer tiempo, el mesero, y luego de repetidas llamadas, llega con unos churritos con sabor a queso. ¿Cacahuates? ¿Esto es cacahuate? Merde! Igual los como y bebo mi cerveza de medio litro y comienzo a morderme las uñas. Hay por allí en el bar un par de mexicanas perdidas, solitas ellas en medio de tanto francés. Quiero acercarme a ellas, no, no hay lugar, no se puede pasar.

Hay un francés de la mesa de junto que se ha cambiado de sitio, porque definitivamente no soporta mis gritos de susto, alegría, emoción. Y entonces imagino a los mexicanos desgañitándose en su departamento, comiendo un kilo de papas, pizza y bebiendo "chelas" al por mayor, haciendo bromas, rezándole al "chicharito", riéndose de Aguirre y del "Conejo" Pérez. Y yo aquí con mis cacahuates.

Termina el primer tiempo y vamos corriendo al supermercado. Como buena pareja franco-mexicana, llevamos bolsas de papas y botanas que se desbordan. Ya no alcanzamos a comprar cervezas. Son las 9:15 de la noche en París y el alcohol se deja de vender en tiendas y mercados a las 9 pm. Merde!

Dejamos el partido en un cero cero de terror. Ya quiero llegar. Tomamos el metro. Como aún nada está dicho: subo el cierre de mi playera nuevamente.

Después del medio tiempo

Llegamos, y luego del tradicional "mi casa es tu casa", tomamos una chela en una casa donde hay mexicanos, franceses, ingleses, sudamericanos. Todos estamos con México por supuesto, aunque los franceses secreta y seguramente quieren, desean al interior, calladamente que su equipo nos derrote. Los gritos de júbilo, los chistes y la cuauhtemiña no se hacen esperar.

No hay papeles de china de colores, pero la cocina está repleta de bolsas de botanas abiertas, a medio abrir y cerradas, cajas de cartón de pizza vacías y el vestigio de algunas charolas de sushis. Es la única televisión que se escucha desde fuera del edificio.

Así y no sin un sufrimiento previo, llegan el primer gol de "Chicharito" y el segundo de "Cuauh" tras segundos de intenso sudor frío y silencio. En el penalti guardamos silencio para darle más concentración a Cuauhtémoc, pero confiamos en él. Alguien hace la cuauhtemiña para darle más fuerza.

Cuando vemos la pelota entrar y tocar con fuerza la red, sentimos que acariciamos la gloria. Gooooooooooooooooool!!!!!! Gooooooooooooooooool!!!!!! Gritamos como locos, brincamos, levantamos ambos brazos. Un plato de papas sale volando. El espectáculo que tenemos hace olvidar a los franceses que no solamente estamos ganando nosotros, sino que ¡están perdiendo ellos! Parecen olvidar eso y comienzan a reír con nuestro show méxi-cómico-mágico-musical.

Casi con lágrimas Remi en el ojo, nos aseguramos todos de que Francia no se vuelva a acercar a la portería nuestra. El conejito Pérez sabe lo que hace y tenemos a los postes de nuestro lado. Sólo para no empañar este maravilloso 2-0 con un 2-1 por ejemplo. Para qué. El cero se ve muy lindo.

Y termina. Nos abrazamos, nos besamos, nos reímos, abrimos otra "chela" y platicamos. Alguien apaga la televisión, enciende la música y le sube al volumen. Las botanas vuelven a circular y rápidamente hay que hacer fila para el toilette Los vecinos deben odiarnos en este momento. Los franceses aceptan que México tuvo un buen juego y que ahora deberán meter 15 goles contra Sudáfrica. ¡Buena suerte!

Les decimos desolé (lo siento) a los franceses seguido de una sonrisa que, aunque queramos no podemos ocultar. Me siento como en México en este momento. Estamos acariciando la gloria. La noche transcurre y es hora de partir. En el metro y por la calle, esta vez no me importa, abro (como si de una cortina se tratara) mi chamarra y entonces en mi playera se lee sin ningún error: "MÉXICO".

En el metro casi vacío me observan todos por supuesto. Tal vez hay muchos, la mayoría a quienes no les importa, o hacen que no; otros me miran con envidia, con recelo. Sonrío. Es la primera y quizá la única vez que podré hacer esto en París. Lo disfruto. ¡Gracias Cuauh, gracias Chicharito¡

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