miércoles, 21 de abril de 2010

Deseada carne

Acaricio tu cuerpo húmedo con la yema de mis dedos para sentir el placer de mi piel sobre la tuya.
Acaricio tu cuerpo con un deseo creciente porque conozco tu espíritu, porque sé que en tu interior late la esencia divina y el demonio: eres portadora del bien y el mal.
Lenta y cuidadosamente voy despojándote de la piel que te cubre, y siento agua en la boca al pensar en tu carne blanda y dulce. Te observo, desnuda ya, y me extasío en la contemplación, para lamer las gotas del néctar maravilloso de tus secreciones. No puedo resistir por más tiempo el deseo y muerdo, desgarro, despedazo, mastico, revuelvo y trago tu carne con desesperación, eres maravillosa como la vida y breve como la felicidad.
Con desenfado arrojo las semillas con un impulso de la lengua y arranco de aquel racimo otra uva a la que voy quitando despacio y cuidadosamente la piel.

Hernán Canales González

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