lunes, 19 de abril de 2010

Un regalo, sin duda inmerecido, que esta mañana me hizo Jorge Luis Ponce Quitzamán

Mis ancestros vinieron de África,
pero en mi caso no hubo barco alguno,
a mi me envió el gran espíritu en las alas
de una águila gigante
a posarme en tu árbol generoso, a media tierra tuya.
Entre frutas, ríos, sierras y bosques donde habitas,
nubes y manglares magníficos y magnificentes.
Entre flores que se abren para darte los buenos días,
entre olores que te cantan,
entre sonidos de pájaros celosos de ti.

Porque yo te he querido toda la vida,
bueno no toda.
Sólo treinta años

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