lunes, 19 de abril de 2010

Permuta

I
Anoche, para envidia de Gregorio Samsa, desperté en una cama igual a la mía, en mi propia habitación, con la ropa puesta y mi mujer, cálida, a un lado. Pero no no era yo.
II
Mi esposa abre los ojos y se sorprende al descubrirse acostada con un hombre que le es ajeno. Sin atropello le explico mi situación: soy yo, pero con otra envoltura. Ella encuentra en mi mirada la inverosímil verdad y se tranquiliza.
III
Supongo que en algún lugar otro hombre disfruta mi cuerpo como yo ahora disfruto el suyo, aunque a decir verdad, no sé quien resultó favorecido: yo, con esta artritis novedosa, o él, con mi casi total ceguera.

Guillermo Lavín

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